Terminando UFOs. Primero.

Los que me conocen saben que se me hace difícil creer en dioses bondadosos y justicieros porque nada sucede en el mundo que me lo confirme.
Pero en cambio puedo creer sin problemas en duendes domésticos cuyo único objetivo en su eterna no-vida sea jodernos. ¿Cómo si no explicar la constante desaparición de mis mejores tijeras, así las lleve colgadas del shishi? –con perdón- ¿Cómo explicar que cuando, ya con los nervios de punta, termino rasgando, más que cortando, con unas tijeras de juguete aparecen las anteriores “justitoenelsitiodondehabíamiradocienveces”? ¿No os sucede a vosotras? ¿Y cuándo todos los electrodomésticos se estropean a la vez y, como por ensalmo, se arreglan cuando ya has llamado al técnico? ¿O ese día en que, casi terminado de fregar el suelo, tiras el cubo de la fregona para, a continuación, derramar el aceite de la sartén o, al abrir la puerta del frigo, ver como un bote de mermelada dotado de vida propia te pasa por delante de la nariz para estrellarse contra el piso?
Pues bien un grupo de esos miserables duendecillos se ocupa con alevosa perversidad de impedirme terminar mis labores. ¡Palabritadelniñojesús! ¿Cómo si no justificar la existencia en mi “atelier” de Ufos a los que SÓLO les faltan unas puntadas del bies o unas horillas de acolchado o las tiras de colgar o, en el caso de jerseys, el remate de los hilos? ¿Tan “matá” soy que por una mijilla los dejo guardados en el armario como si nunca hubieran existido, al menos en mis propósitos?
Hoy, en un extraño alarde de valentía he decidido terminar tooooooooodos mis Ufos antes de que termine el año. ¡Se van a enterar de quién soy yo esos malignos fantasmillas!
He empezado por esta muñeca a la que sólo le faltaba rematarle un lado del bies. ¡”Tiene cohone” eh!... ¡tres o cuatro años guardada por no coser un lado del bies!
Pero tiene su explicación: casi nunca empiezo una labor sin destinatario, aunque sea yo misma. Me gusta saber para quién doy las puntadas, a quién estoy regalando mi tiempo (después de todo eso es lo más valioso del regalo que, normalmente, no tiene calidad para pasar como un tesoro de generación en generación).
Pero esta muñequita no tenía receptor; sería para la que ganara en un concurso doméstico que organizamos en el grupo de patch en el que felizmente participaba. Le dediqué toda mi poca o mucha sabiduría e imaginación; busqué y rebusqué las telas más adecuadas para cada parte, me volví loca con los abalorios que adornarían las alas del disfraz. La cara la imprimí de una muñeca que encontré en la Red, el pelo fue de dos madejas de mouliné para que hiciera mechas; los zapatos unas “merceditas” de ante; los calcetines un trozo del único encaje que mi abuela consiguió que hiciera cuando me enseñó a hacer bolillos, allá por mis tiernos ocho años (hubo de prometerme una soga buena de saltar a la comba, lo que me hizo extraordinariamente feliz porque ninguna de las niñas de mi calle tenía una tan buena); los cucos están rematados con una puntilla de frivolité igual a la que remata el vestido, aunque ésta la teñí con té para que tuviera el color del traje; los pendientes son cristales Swarosky y las telas del disfraz de la colección ¡Oh baby! de Moda. Le puse Ana porque es el nombre más corto que conozco.










Anita ganó el concurso y recibí las muñecas de mis amigas. Como eran número impar y quería montar un quilt con ellas preferí que fuera la mía la que quedara "viuda" para no herir susceptibilidades. Hete aquí, pues, que le pongo el marco, la guata, la trasera, acolcho y pongo el bies. Pero no me gustaba el marco. Cada puntada que daba menos que me gustaba (aquí es donde entran en acción los miserables geniecillos domésticos) de manera que la guardé. Hoy la he terminado y he decidido regalarla. Merece estar en unas manos mejores que las mías. Se le puede cortar con el cúter todo el marco volver a ponerle un bies sin bandas… quizás mejore.
O sea que si a alguien le gusta ¡adjudicada! ¡con todo mi cariño y sincera gratitud por aceptar el regalo!
Muchos besos a todas.